PARECE QUE NO APRENDEMOS

Escribía hace ya unos cuantos años -casi quinientos- un tal Maquiavelo sobre las diferentes formas que deberería atender un soberano que quisiera mantenerse durante muchos años en el poder y las posibles complicaciones que aquello entrañaría. Así, rogaba a su príncipe que no ofendiera demasiado al pueblo pues éste podría deponerlo a pesar de las muchas murallas y castillos que tuviera el señor. Al mismo tiempo reflexionaba sobre la convenciencia de en caso de tener que ofender a alguien se hiciera sobre el que representase menor número o, en caso de igualdad, sobre el que tuviese menor poder para bajarlo del trono.

Dejando a un lado mis discrepancias con la forma de pensar del florentino, en ciertos aspectos coincido con su opinión. Pues quien quiera gobernar una nación, ya sea príncipe, emperador o primer ministro, no debería nunca dar demasiado la espalda al pueblo que pretende dirigir. A lo ya escrito me remito. Sin embargo, de aquel entonces a nuestros días han cambiado muchas cosas y muchas otras no. Entre las que más destacables la profesionalización de la política y la enorme distancia que se ha puesto entre estos profesionales y el pueblo, añadiendo además la turnicidad en los cargos -que no en las formas de gobernar pues estos turnos deben ceñirse a muchas normas que los limitan-. Todo ésto ha conseguido que España tenga el lujo de poseer un rey que ni reina ni gobierna nada, sólo delega. Y un presidente que tampoco parece que haga nada, pues vuelve a delejar en sus ministros todo el peso de la política. Bien mirado desde el punto de vista de estas personas, es todo un logro conseguir que otros hagan el trabajo sucio y esperar pacientemente en la sombra reservando las buenas noticias sólo para ellos (en este aspecto si que siguen las doctrinas de Maquiavelo). El desgaste mediático controlado es perfecto. Añadiendo que el actual gobierno a lo sumo solo espera gobernar durante cuatro años si no es antes, el cóctel ya lo tenemos servido: Lo que se pueda aplazar, se aplazará. Y lo que necesite una respuesta inmediata, ya se encargarán los ministros de ello.


Así, vemos como el estado se endeuda cada vez más con intereses casi insoportables, postergando el problema tres, cinco o diez años, según el tipo de deuda pública que se emita. "¡Ya se comerá el marrón el que venga detrás!" pensará este buen señor que tenemos por presidente. Al mismo tiempo tenemos a todos sus ministros bailando y cantando a su alrededor. Disfrazando las políticas que se les exige desde fuera como triunfos nuestros, que aunque no se lo crean ni ellos, ¡ahí quedan! Y si el pueblo protesta, no se le escucha. Si vuelve a protestar, no se emite en los telediarios. Si vuelve a protestar, se le golpea fuera de cámara. Y si las protestas arrecian pues nos vamos y que lo arregle otro (como en Grecia).

 Pero es que no hay otro. No lo hay porque por ley no se le permite. Solo hay uno con dos nombres que en épocas malas hacen la misma política y en épocas buenas también. Pequeños detalles los diferencian. Pequeños detalles que ellos mismos se encargan de cacarear y agrandar para que parezcan grandes e importantes pero que realmente no lo son. Solo son las migajas con las que distraer al pueblo mientras le dan la espalda y confabulan en su contra ayudados por banqueros y grandes empresarios, perdón, quise decir chorizos y grandes mafias. Que es lo que son todos.


[Artículo de opinión]

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